jueves, 16 de octubre de 2008

Colesterol y tabaco: clásicos que perduran en el tiempo


En la primera década del siglo XX, la tasa de cardiopatía coronaria era extremadamente baja en países desarrollados y prácticamente inexistentes en países en vías de desarrollo. Incluso en hospitales de áreas metropolitanas, el número de admisiones por esta enfermedad no superaba la media de una por mes y la cardiopatía coronaria representaba menos del 1% de todas las muertes. No obstante, a partir de la década de los veinte, el aumento en la incidencia de la enfermedad fue enorme, hasta el punto de que durante los setenta representaba más del 30% de la mortalidad total en poblaciones occidentales industrializadas. A partir de los ochenta, esta tendencia se invierte y comienzan a observarse importantes disminuciones en las tasas de mortalidad, sobre todo en Estados Unidos. Sin embargo, no todo son buenas noticias. Primero, la incidencia de la enfermedad no ha disminuido y no parece haber cambio en el número de admisiones hospitalarias de pacientes con enfermedad cardiovascular (ECV). Esto sugiere que los beneficios parecen ser atribuibles a prevención secundaria, y no a prevención primaria. Segundo, la mortalidad sigue aumentando en otros países occidentales, principalmente en la Europa del Este.
El éxito de cualquier medida preventiva depende en gran parte del conocimiento de los factores de riesgo y de la modificación de los mismos, que puede tener sobre la progresión de la enfermedad. En el caso de la enfermedad cardiovascular, conocemos un buen número de factores de riesgo y, muchos de ellos son modificables. Este conocimiento tiene su origen en estudios prospectivos que, a lo largo de las últimas décadas, han venido contribuyendo cambios de estos. Como se ha indicado anteriormente, hacia la mitad del siglo pasado las enfermedades coronarias habían alcanzado proporciones epidémicas y poco se conocía acerca de los factores desencadenantes de las mismas. De ahí que el Instituto Nacional del Corazón de los Estados Unidos, se embarca en un proyecto realmente ambicioso para su tiempo. El objetivo era la identificación de los factores o características comunes que contribuían a las enfermedades cardiovasculares, mediante el seguimiento a largo plazo de un gran número de individuos, en el momento de su incorporación al estudio todavía no habían manifestado evidencia clínica de la enfermedad. Inicialmente se reclutaron 5.209 varones y mujeres con edades comprendidas entre los 30 y 62 años. Así comenzó la primera serie de exámenes médicos, clínicos, bioquímicos y de estilos de vida que constituirían las bases para el análisis de los patrones comunes relacionados con el desarrollo de las enfermedades cardiovasculares. El Estudio se enriqueció con la adición de una segunda generación, consistente en 5.124 descendientes de la primera generación y sus cónyuges. Durante más de 50 años, el Estudio de Framingham ha contribuido a la identificación de los mayores factores de riesgo cardiovascular, tales como la hipertensión, la hipercolesterolemia, el tabaquismo, la obesidad, la diabetes y el sedentarismo,y así como otras, recientemente que se han detectado .Asimismo, los más de 50 años de seguimiento han permitido la elaboración de funciones que se están utilizando para la predicción del riesgo individual, basado en los riesgos clásicos y las tasas de incidencia de Framingham, y que se están utilizando para la decisión de tratamiento de nuevas recomendaciones.
Otro estudio clásico que ha contribuido en gran medida a nuestro conocimiento de los factores de riesgo ha sido el Estudio de los Siete Países, que demostró de manera inequívoca que durante los sesenta y setenta las cohortes del sur de Europa tenían una incidencia de enfermedad coronaria significativamente inferior a aquellas observadas en el norte de Europa y en Estados Unidos, a pesar de que en algunos casos los factores de riesgo clásicos no hubieran predicho tales diferencias3 .
La dieta, la actividad física, los factores psicológicos, culturales y socioeconómicos, pueden ser responsables de la «mayor» salud cardiovascular en nuestro ambiente.
Los factores de riesgo, examinados son muy limitados (colesterol total y glucosa), pero representan el conocimiento que se tenía acerca de estos en el momento de la iniciación del estudio. Los otros factores de riesgo incluidos fueron la presión arterial, el consumo de cigarrillos y el índice de masa corporal (IMC). Los resultados obtenidos demuestran claramente que en esta población, caracterizada por unas tasas bajas de incidencia y mortalidad coronaria, los niveles elevados de colesterol y el consumo habitual de cigarrillos están asociados con la incidencia y mortalidad coronaria (tras ajuste por edad, presión arterial, glicemia, y el IMC); mientras que los niveles elevados de colesterol, glicemia y consumo de cigarrillos se asocian independientemente con el riesgo de mortalidad total.
Si bien es cierto que estas diferencias pueden deberse a un problema metodológico, hacen sospechar que estas diferencias pueden ser reales, y que otros factores bioquímicos y ambientales influyen para contrarrestar el riesgo más elevado que tendría que venir asociado con los niveles más altos de colesterol.
Existe un gran número de candidatos que pueden contrarrestar con esta explicación. El primero de ellos corresponde a los niveles de colesterol en HDL., IMC más reducido, y los niveles más altos de actividad física­ sean responsables de una buena parte de las reducidas tasas de morbilidad y mortalidad cardiovascular. No debemos olvidar, que existen otros factores más difíciles de medir, tales como las diferencias en estilos de vida. Por último, es posible que nuestra población esté enriquecida en polimorfismos genéticos que aumenten la protección cardiovascular, o que exista una frecuencia menor de polimorfismos que aumenten la predisposición cardiovascular.
En resumen, este artículo ofrece una clara perspectiva de los factores que inciden en esta población, al objeto de disminuir el riesgo individual de enfermedad cardiovascular.
Fuente: Dr. José M. Ordovas. Nutrition and Genomics Laboratory. JM-USDA-HNRCA at Tufts University. 711 Washington St.Boston, MA 0211. EEUU.
Aporte: carolina Lara Álvarez. Maciel Loyola Pérez

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